lunes, 4 de febrero de 2008

¿Quién ha dicho que no hay gente generosa?

Soy tesorero de la Asociación de Alhzeimer “Sierra Mágina de Jódar”. De vez en cuando paso la libreta bancaria de la asociación por la entidad bancaria, donde tenemos el poco dinero, que disponemos.
A primeros de enero apareció un ingreso de 1578,08 €. Nosotros no esperábamos un ingreso de esta cantidad, si acaso de 15 €, que es la cuota de nuestros socios. Me dirigí al señor de la ventanilla, y le dije que había un error, que esa cantidad no era nuestra. Él comprobó, muy amablemente, lo que yo le dije, y muy a pesar mío, me contestó que el dinero era nuestro, que era un donativo que alguien había hecho a nuestra asociación.
Muy contento, llamé a Luisa, la presidenta de la asociación, y le dije lo que me había ocurrido, así como el nombre de la persona que había hecho ese fabuloso donativo.
La presidenta fue, personalmente, a casa de esta persona, y le dio las gracias por su generoso donativo. Esta persona le dijo a Luisa, que había prometido, si sacaba una oposición donar su primer sueldo a una asociación de nuestro pueblo.
Luisa le dijo que con su dinero íbamos a contratar a dos auxiliares de enfermería para que asistieran a nuestros enfermos de alhzeimer en sus casas. El donante, según la presidenta, se emocionó y se le saltaron las lágrimas de alegría, a la vez que le daba las gracias a Luisa por lo que íbamos a hacer con su dinero.
Estamos en una sociedad en la que nos quejamos de todo: que no hay valores, que todo el mundo va a su aire, que no pensamos en los demás, que somos unos egoístas, etc., pero de vez en cuando pasan cosas como esta, que te animan a seguir ayudando a los demás. ¿Quién ha dicho que no hay gente generosa?

jueves, 17 de enero de 2008

In memoriam

El pasado 3 de enero, fallecía en su pueblo natal, mi queridísima madre. Desde hacía seis años padecía Alhzeimer. Los últimos tres han sido los peores, porque ha pasado por las diferentes etapas de la enfermedad, y sobre todo porque se ha ido deteriorando poco a poco. La memoria la había perdido completamente y, no sabía dónde estaba; con quién convivía; e incluso quién era.
En los dos últimos años se fue apagando poco a poco: dejó de caminar; le tenía que ayudar a comer; no controlaba los esfínteres; no conocía a nadie, a mí me decía que era su padre o su primo; tenía que vestirla; ducharla, acostarla; etc.
Los últimos 30 días han sido los peores, porque ha permanecido encamada, no ingería alimentos sólidos, no hablaba, etc. El día que falleció, por la mañana fui al hospital de Úbeda y la nutricionista me dijo que tendríamos que sondearla para que comiera. Gracias a Dios, no lo tuvieron que hacer, porque falleció antes.
Cuando estaba enferma, y los que estaban a mi alrededor me sugerían que la ingresara en un centro para enfermos de Alhzeimer, me emocionaba y lloraba, les decía que no, porque yo era incapaz de dar ese paso. Ahora me alegro, porque me queda la satisfacción de haber intentado hacerlo lo mejor posible con ella.
Desde que falleció, me he sentido muy acompañado, he comprobado quiénes son de verdad mi familia y mis amigos.